Antonio Caliri: un legendario piloto italiano avecindado en chile

Por Rodrigo Velasco S.

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Seguramente pocos chilenos contemporáneos habrán oído hablar del piloto italiano Antonio Caliri, de destacada trayectoria internacional y maestro de volantes nacionales de antaño, quien llegó a  radicarse en nuestro país,  en Mayo de 1929. Había nacido en Licodia Eubea, en Sicilia, el 31 de Enero de 1895. Durante la Primera Guerra Mundial fue suboficial torpedista en la Marina Real Italiana.

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Después de la guerra, Caliri había logrado fama corriendo como piloto oficial en monopostos Bugatti en Europa, donde obtuvo importantes victorias, en el autódromo de Monza, en Italia y en el circuito de Esterel Plage, en Francia, en 1926. Fue tercero en el Gran Premio de Roma, detrás de los ases Tazio Nuvolari y el Conde Maggi y luego el brillante ganador de la Copa Messina en 1927, competencia de Grand Prix válida por el campeonato del mundo que se corría en la isla de Sicilia, días después de la famosa Targa Florio; carrera en la que también tuvo destacadas actuaciones.

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En 1926 había logrado el primer lugar en la serie de 1500 c.c. en esta agotadora prueba que recorría toda la isla italiana, piloteando un Bugatti T37. Antonino Caliri (como era conocido en su país natal) corrió después en el veloz modelo Bugatti T35, con supercargador, con el que participó exitosamente en el Gran Premio de Bologna y en el Gran Premio de Montenero en 1927. En este último obtuvo un valioso 2° puesto tras Materassi. Su espectacular triunfo en el Gran Premio de Messina, donde se midió con los mejores pilotos de Europa, era su mejor carta de presentación. Era sin duda uno de los pilotos italianos de primera línea en la década del veinte en el viejo mundo, y formaba parte del selecto grupo que integraban Antonio Ascari, Enzo Ferrari, Giuseppe Campari, Emilio Materassi, Achille Varzi y el legendario Tazio Nuvolari.

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La llegada de Antonio Caliri a nuestro país constituyó un gran aporte para nuestros pilotos, ya que dada su vasta experiencia internacional fue un verdadero profesor para muchos de ellos, ganándose el aprecio y la admiración de destacados volantes criollos que fueron sus discípulos, como los famosos campeones Aladino Azzari y Óscar Andrade.

Su llegada a Chile se debió a su espíritu aventurero ya que postuló a una oferta de trabajo para un técnico mecánico que quisiera venir a Sudamérica a encargarse de la representación de los coches franceses Citroen. El italiano se sintió muy a gusto en estas tierras, y se quedó definitivamente a vivir en Chile donde formó su familia, casándose en 1931 con Amelia Magnolfi, una compatriota suya que residía en nuestro país, con la que tuvo un único hijo, Mario (quien a su vez le diera dos nietos: Marco Antonio y Franco) .

Hubo unanimidad entre los cronistas de entonces -la época en que se iniciaba el automovilismo de velocidad en Chile- en que el primer coche verdaderamente de carreras y que realmente “corrió fuerte” fue el Studebaker      que introdujo el piloto italiano Antonio Caliri en el trágico Circuito Sur de noviembre de 1929. “La aparición de ese tipo de Studebaker fue un salto muy grande en el automovilismo deportivo” se escribiría, ya que partió en el último lugar y alcanzó a pasar a una veintena de competidores antes de volcar, alcanzando a quebrar el record de la vuelta, que se mantuvo vigente por varios años.

07Con el mismo Studebaker, Caliri venció luego en 1930 en reiteradas oportunidades en el Kilómetro Lanzado y en varias otras competencias, constituyéndose en el piloto más veloz de esa era y estableciendo récords de velocidad.

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Posteriormente, Antonio Caliri diseñó y construyó el automóvil que llevaría su nombre y que rompería todos los récords de velocidad a nivel latinoamericano: el famoso “CALIRI SPECIAL” con un motor de avión Curtiss de 12 cilindros y 450 HP, montado sobre el chassis de un Hudson. Caliri le confió  este potente coche a su discípulo, el piloto Óscar Andrade, quien batió con él el  récord sudamericano: logró una velocidad de 219 k/h en el camino de Santiago a Puente Alto, en el año 1935, con lo que se convirtió en el primero en romper la barrera de los 200k/h,  la que en ese entonces se creía imposible de quebrar.

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Caliri siguió involucrado en el automovilismo criollo, desarrollando autos y compitiendo en carreras por muchos años más.  No solamente fue un eximio piloto y técnico mecánico, sino que fue también un gran empresario, siendo el primero en desarrollar carrocerías metálicas para los vehículos de la locomoción colectiva.

Antonio Caliri falleció en Santiago, el 27 de Junio de 1962,  dejando su sello indeleble en el deporte automovilístico chileno, no solo por sus actuaciones y récords, sino porque forjó una serie de pilotos que siguieron sus pasos y dejaron marcada una huella en la historia deportiva chilena.